Ir al contenido principal

In memoriam: 90




Cada vez que hablábamos de mi viaje a Vietnam, tú recordabas de memoria la batalla de Dien Bien Phu. La más furiosa y larga batalla del cuerpo expedicionario francés en la antigua Indochina. Los franceses perdieron y Vietnam celebró su independencia.

Tú has ganado la batalla más importante. Ganaste la batalla de la vida, porque la disfrutaste hasta el final y, sobre todo, porque hiciste que los demás la disfrutáramos con tu compañía, con tu sabiduría, con tu generosidad y con tu cariño.

En mi cabeza, en mi recuerdo y en el cariño que te tengo hay un arcoíris de olores. Huele a café recién molido, a litros y litros de amor vertidos en zumos de naranja, a manzana desnuda para la merienda, a bacalao con tomate, a pan debajo de la mesa camilla, a desayunos vestidos de gala con churros recién nacidos.

En mi cabeza, en mi recuerdo y en el cariño que te tengo hay un sótano lleno de luz (tantas veces que bajamos juntos), un seat 127 azul que maniobraba en la carretera de San Bartolomé para llevarme al mar cada día del verano, un trajín de bolsas llenas del supermercado.

En mi cabeza, en mi recuerdo y en el cariño que te tengo está cada reencuentro personal, aunque última y lamentablemente, éste solo ocurriera una o dos veces por año.

También está tu voz al otro lado del teléfono. Está sonando en mi cabeza nuestra última conversación. Fue el domingo. Se avecinaba la peor tormenta, pero siempre sabías buscar el espacio preciso para alojar a unas risas. Qué humor siempre. En la salud y en la enfermedad.

Hoy estoy triste y, a veces, lloro. Se me “pliga” la emoción entre los huesos. En unos días estaré mejor, más tranquilo. Y será gracias a ti, queridísimo abuelo, que has dejado mi memoria tatuada de hermosas vivencias, de valiosas enseñanzas, y de un cariño que ninguna ausencia física será capaz de borrar.

A mi abuelo, mi queridísimo abuelo Alfonso (que hoy habría cumplido 90 años).

Corrijo: que hoy, sea tierra o sea viento, es vida también vida y es también recuerdo. Que todos los violines que suenen hoy lo hagan por ti.

Comentarios

Alberto Granados ha dicho que…
A veces, los que se van dejan un agujero que cuesta mucho esfuerzo, muchas lágrimas y muchas emociones ir rellenando. Otras veces, dejan sólo un mal recuerdo y un alivio.
Tu abuelo, por lo que sé a través de tu padre, era de los primeros, y se ha ido como a mí me gustaría irme el día que me toque: dejando alma por todos lados.
Un abrazo desde Granada.

AG
Miguel Cobo ha dicho que…
Como tú, amigo Alberto, vas dejando huellas imborrables por todos lados. Amigo de corazón generoso,como demuestras con este comentario que nos llega al corazón.

Un fortísimo abrazo
Unknown ha dicho que…
Querido Alberto,

Tus palabras están cargadas de razón y sentimiento. Están las almas ensanchadas y llega el sur de Granada hasta estas latitudes.

Papá, huellas que no son migas de pan. El camino que no se borra. No es cuento.

Abrazos,

Alfonso
mati ha dicho que…
Que dulces palabras... Y con esa música(que descubrimiento)..
Me ha encantado que la marea me halla traído hasta aquí... Volveré , con tú permiso
Un saludo
mati

Entradas populares de este blog

El poeta puede

El poeta puede ver el beso medio lleno o medio vacío El poeta lima El poeta lame El poeta no tiene lema El poeta le busca todas las vueltas a Roma rema que te rema rima que te rima de ramo en ramo El poeta puede volar por los aires y estrellarse en el cielo. Acaso entonces se da cuenta: su poema ha llegado a su ocaso.

Facebook

Veo en un pequeño recuadro que ahora eres amiga de Brian y Marcella y que a las nueve de este otoño irás a beber melancolía de once grados con Luis. Descubro que te gusta pisar los charcos cuando llueve y que detestas los inviernos en abril. Aunque ya no hablo contigo, conozco tu ciudad actual y recuerdo cuál fue tu origen, que cumples años en diciembre y te gusta prender fuego al calendario si te arrastra la nostalgia en primavera. Últimamente has viajado a Lisboa, intuyo que te mecen los tranvías y te seducen los viejos cafés color sepia. Lo sé por tu fotografía en aquella calle de Bruselas, donde Magritte fumaba en pipa dorada. Sueles cambiar de cara a menudo, me divierten tus gafas de sol en noviembre y disfruto con tu colección de sonrisas o el último vestido azul que guardas en tu perfil. Vuelves a estar soltera, aunque te acompañan ciento veinte comentarios por debajo dándote ánimos y diciendo que él era un idiota. Aún tiritas cuando alguien te habla del pasado. Por eso has borr...

Una historia-estufa (invierno en Madrid)

Me apetece contarte una historia que te abrigue este invierno. Una historia-estufa que te arrope en una oscura tarde de diciembre en Tribunal o en un frío amanecer de enero en Noviciado. Quiero escribirte una historia con mis guantes y bufandas cobijándote del frío mientras esperas el autobús de vuelta a casa en Atocha. Podría quizás susurrarte una historia de osos, que hibernan en cuevas secretas, ajenas a los túneles del metro de Bambú. Me apetece soplarte (vapor, vapor) si tus dedos se congelan esperando al semáforo en verde en Gran Vía. Me apetece contártelas, pero no sé por dónde empezar. Mientras lo pienso, escucho al termómetro estornudar por la llegada de los números pequeños en la próxima estación.