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Mostrando entradas de enero, 2006

En los tejados

Esta noche tocaba subirse a las alturas. Tras cuatro meses en Lyon, nunca me había parado a pensar que es posible convertirse en un felino más y merodear por los tejados. Y, por qué no, saltar de casa en casa como el desollinador de Mary Poppins. Si subes a la parte alta del monte de la Croix Rousse puedes ver siete ventanas, rodeadas de chimeneas y tejas, puedes ver también un río (el Saone). Si te fijas un poco más detenidamente puedes ver a un joven que decidió probar una aventura que se tornó en realidad allá por el mes de septiembre. Amanece cada día y ve el cielo, unas veces azul, otras gris; unas veces escucha caer el sonido de la lluvia como si el diluvio universal pidiese una segunda oportunidad y, a veces, por sorpresa, se despierta vestido de blanco. Y cuando anochece, las estrellas se empeñan en secuestrar a la oscuridad, hasta que ésta escapa del cauitiverio y el joven cierra los ojos. Después, sueña... Y dentro del sueño, el joven estudiante erasmus puede ver tantas cosas

Rarezas I

El mar arrancaba con fuerza las láminas del pintor, los óleos de acuarela se llenaban de sal mientras el dibujo se difuminaba. Los pinceles intentaban dar un último toque empujados por las espumosas olas. La sonrisa de la Gioconda desapareció, El Grito se quedó callado, y más tarde, encallado; se perdieron los últimos restos de la Última Cena, los apóstoles se aferraban a cualquier hilo de vida para no perecer ahogados (al parecer, sólo Judas se salvó). Volaba el tiempo, volaba, los relojes de Dalí se perdían en las profundidades. La mar coloreada se calmó poco a poco. Al día siguiente, ella se desmayó en la orilla de la pinacoteca. Tenía una carta en la mano que decía: no puedo bes arte , no puedo abraz arte , ni mir arte , ni tampoco toc arte . Mientras, en el kiosko de la esquina, el periódico de la mañana decía en primera plana: "Las principales obras de arte desaparecen en las profundidades del océano Pacífico"