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Mostrando entradas de mayo, 2013

Mañana iremos todos juntos a comer croquetas

Estaba en Madrid. Tenía un trabajo bonito y mal pagado. Vivía rodeado de libros, de viejas y de nuevas historias. Esa tarde era un parque y primavera. Una llamada cerró el parque y nubló el cielo. No quiero escribir aquí sobre las lágrimas que recorrieron aquel trayecto de vuelta a casa. Me niego. Yo escribo aquí sobre el río de generosidad que se desbordaba siempre a tu paso. Me gustaría hablar también de la lluvia. En tu casa diluviaban besos. Yo he crecido regado por tu cariño y tu alegría. Han pasado seis años y tu río no se seca porque siempre llueves, abuela. Me gustaría mucho decirte que soy feliz y que mañana, después de misa con zapatos nuevos, iremos todos juntos a comer croquetas.

Las brasas

Es el cuarto día de fuego en la ciudad, el asfalto, las aceras se han convertido en una colección de sartenes. Los habitantes son marionetas con complejo de huevo frito. El viento, cuando se digna a aparecer, es un traidor sopla y quema por la espalda. Hay quien que cree que algo fresco se mueve, pero es un mero espejismo de brisas. Aquí lo único real es un cielo que abrasa con o sin sol. Temporada alta para el coro de chicharras. "Don´t light my fire", hoy cerraría, sin dudarlo, las puertas a Jim Morrison, me haría amigo incondicional de frío a sabiendas de que luego me arrepentiría y suplicaría guantes y bufandas. Pero la realidad está tan mojada ahora mismo, tan secuestrada por la humedad y el calor que lo más parecido al paraíso es un lugar llamado sombra.