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Mostrando entradas de noviembre, 2009

River Man

Instrucciones de lectura: este texto sólo puede leerse escuchando simultáneamente la canción "River Man" de Nick Drake. Pienso en las hojas que dejan desnudos a los árboles. Los árboles, seres vivos que se quitan la ropa en otoño e invierno y se abrigan en primavera y verano. ¿Cuál es su termostato? No lo sé, me subo por las ramas. Y el río, pienso en el viejo descuidado que cada tarde se asoma a la orilla para pescar con su caña. ¿Atrapará algo? Siquiera una bota. Tendría mucho mérito porque no tiene anzuelo. Dicen que perdió el gancho una noche, en la capital de un país extranjero impronunciable. También pienso en el joven luciérnaga. Tenía muchas luces durante su adolescencia. Presumía de reloj delante de las chicas y se engominaba siempre el pelo hacia atrás. Hoy se ha apagado y vaga por las calles. Y pienso de nuevo en el viejo descuidado que pesca en el río. ¿Será él el joven luciérnaga? Observo además que no tiene mucha ropa y, por tanto, debe sufrir el frío sol de inv

2010

Esta entrada es para aquellos náufragos que, queriendo o sin querer, han acabado bañándose en mi mar. No debe fiarse el bloguero de los contadores, pero a este que os escribe y os conoce o desconoce le ha hecho ilusión alcanzar el número del año que viene: 2010 marineros, piratas y veleros. Como regalo, este fragmento de la biografía novelada de Ángel González, escrita por mi querido y admirado poeta Luis García Montero ("Mañana no será lo que Dios quiera", mi última lectura): "Lo que un escritor debía ser capaz de explicar, y de contagiar, era el sentimiento que provoca en el ser humano el color de las tardes, la lealtad matutina del sol,la vigilancia de la luna, los nuevos brotes de las hojas en las ramas de los árboles, la paciencia de los ríos o los viajes en tren, de un país a otro, de una aldea a otra, en cualquier lugar de la Tierra, pero sin olvidar que siempre hay alguien, un personaje feliz o triste, solitario o envuelto en un abrazo, enamorado o descorazonado,

Vinilos, conductores y peatones

La realidad es que ya son más de las dos de la madrugada y estoy abusando de la melancolía y puteando a mi sueño, que me ruega que cierre de una vez los ojos. Mis ojos derrotados por el insomnio. Estoy escuchando una canción tras otra de este grupo de reyes noruegos que hablan de qué es conveniente y qué no. Últimamente, se han empeñado en secuestrar mis oídos (what we build is bigger than the sum of two). La realidad es que pienso en ti, en ti y en ti. Y me rallo, como los vinilos envueltos en polvo de aquella tienda de discos; la de la calle que desemboca en el Guadalquivir. Como conductor, estoy enganchado a las curvas, pero sigo con la "L" en el cristal trasero. ¿Cómo no estrellarse entonces? Como peatón, sé que fuera hay aceras, pasos de cebra y semáforos con pequeños hombres verdes, pero yo me empeño en cruzar por el medio.

Season bed

Dormía casi siempre muy arropada. La recuerdo en invierno, cuando estiraba la colcha para calentarse la nariz. Luego, jugábamos a quitarnos los calcetines bajo las sábanas. Y siempre se encontraban nuestros dedos. Siempre. En pleno diciembre, verano.

Una historia-estufa (invierno en Madrid)

Me apetece contarte una historia que te abrigue este invierno. Una historia-estufa que te arrope en una oscura tarde de diciembre en Tribunal o en un frío amanecer de enero en Noviciado. Quiero escribirte una historia con mis guantes y bufandas cobijándote del frío mientras esperas el autobús de vuelta a casa en Atocha. Podría quizás susurrarte una historia de osos, que hibernan en cuevas secretas, ajenas a los túneles del metro de Bambú. Me apetece soplarte (vapor, vapor) si tus dedos se congelan esperando al semáforo en verde en Gran Vía. Me apetece contártelas, pero no sé por dónde empezar. Mientras lo pienso, escucho al termómetro estornudar por la llegada de los números pequeños en la próxima estación.