Cada vez que hablábamos de mi viaje a Vietnam, tú recordabas de memoria la batalla de Dien Bien Phu. La más furiosa y larga batalla del cuerpo expedicionario francés en la antigua Indochina. Los franceses perdieron y Vietnam celebró su independencia.
Tú has ganado la batalla más importante. Ganaste la batalla de la vida, porque la disfrutaste hasta el final y, sobre todo, porque hiciste que los demás la disfrutáramos con tu compañía, con tu sabiduría, con tu generosidad y con tu cariño.
En mi cabeza, en mi recuerdo y en el cariño que te tengo hay un arcoíris de olores. Huele a café recién molido, a litros y litros de amor vertidos en zumos de naranja, a manzana desnuda para la merienda, a bacalao con tomate, a pan debajo de la mesa camilla, a desayunos vestidos de gala con churros recién nacidos.
En mi cabeza, en mi recuerdo y en el cariño que te tengo hay un sótano lleno de luz (tantas veces que bajamos juntos), un seat 127 azul que maniobraba en la carretera de San Bartolomé para llevarme al mar cada día del verano, un trajín de bolsas llenas del supermercado.
En mi cabeza, en mi recuerdo y en el cariño que te tengo está cada reencuentro personal, aunque última y lamentablemente, éste solo ocurriera una o dos veces por año.
También está tu voz al otro lado del teléfono. Está sonando en mi cabeza nuestra última conversación. Fue el domingo. Se avecinaba la peor tormenta, pero siempre sabías buscar el espacio preciso para alojar a unas risas. Qué humor siempre. En la salud y en la enfermedad.
Hoy estoy triste y, a veces, lloro. Se me “pliga” la emoción entre los huesos. En unos días estaré mejor, más tranquilo. Y será gracias a ti, queridísimo abuelo, que has dejado mi memoria tatuada de hermosas vivencias, de valiosas enseñanzas, y de un cariño que ninguna ausencia física será capaz de borrar.
A mi abuelo, mi queridísimo abuelo Alfonso (que hoy habría cumplido 90 años).
Corrijo: que hoy, sea tierra o sea viento, es vida también vida y es también recuerdo. Que todos los violines que suenen hoy lo hagan por ti.
Comentarios
Tu abuelo, por lo que sé a través de tu padre, era de los primeros, y se ha ido como a mí me gustaría irme el día que me toque: dejando alma por todos lados.
Un abrazo desde Granada.
AG
Un fortísimo abrazo
Tus palabras están cargadas de razón y sentimiento. Están las almas ensanchadas y llega el sur de Granada hasta estas latitudes.
Papá, huellas que no son migas de pan. El camino que no se borra. No es cuento.
Abrazos,
Alfonso
Me ha encantado que la marea me halla traído hasta aquí... Volveré , con tú permiso
Un saludo
mati