El domingo tirita cuando se hace de noche y sabe que su tiempo aquí se acaba. Bicicletas de invierno reclaman su condición de juguete de verano y las manos en el manillar suplican guantes a Dios. La lluvia se presenta en la escena sin tarjeta de invitación. La dejan pasar a pesar de eso. No hay manual para calles mojadas cansadas de asfalto ni instrucciones para sortear charcos. Pedales y frenos. Luces. Intermitentes. Algún día el viento te dirá algo.
La guarida de los náufragos ©