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Mostrando entradas de diciembre, 2009

Cosas que es mejor no pensarlas, porque si no puedes acabar volviéndote loco

De Novecento. La leyenda del pianista en el océano (Alessandro Baricco) Cuando se cae un cuadro. Cuando despiertas una mañana y ya no la amas. Cuando abres el periódico y lees que ha estallado la guerra. Cuando ves un tren y piensas tengo que largarme de aquí. Cuando te miras en el espejo y te das cuenta de que eres viejo. Y yo añado: Cuando fracasa la propiedad conmutativa de la suma (y el orden de los factores sí altera el producto). Cuando su boca emite un silencio ensordecedor. Cuando las mariposas se quedan sin lengua. Cuando tienes la sensación de un beso, pero no hay beso. Cuando te sientes triste, pero no tienes ningún motivo para estar triste.

Volver a empezar

Instrucciones de lectura: este texto sólo puede leerse escuchando simultáneamente la canción "Canon" de Johann Pachelbel. La música del violín consiguió aislarme de la avalancha de gente que invadía -como hormigas hambrientas- los túneles del metro. Iban a Sol, a arder con el fuego que desprenden las Visas y las 4B. Yo, seguramente, era una hormiga más dispuesta a quemarme. El violín lo tocaba un anciano. Acariciaba el instrumento. Lo amaba. Se podía intuir en sus ojos y en cómo movía su cuello y sus brazos al tocarlo. A su lado, había una anciana. Sentada en un arriesgado taburete, ella acariciaba al anciano. Lo amaba. Lo tocaba -sin tocarlo- con una sonrisa de fidelidad muy bien afinada. Todo esto ocurrió en apenas un minuto. Luego, volver a empezar.

Nacimiento, muerte y resurrección de un mes

Nace diciembre, es una criatura fría, pero festiva. Es caprichosa y de piel blanca. Su vida es corta. Morirá a los 31. De hecho, puedo adivinar su muerte: el fallecimiento ocurrirá tras doce campanadas y un puñado de uvas. Luego siempre viene enero, que la entierra. Pero diciembre, aunque muere joven y de indigestión, siempre resucita.