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Mostrando entradas de enero, 2010

El llanto mudo

Entró con sus padres en el vagón y se sentó en el suelo, apoyando su espalda en la puerta del metro y arropándose con su mochila. Era muy delgada y tenía aspecto enfermizo. A su lado, un fantasma. Era su padre, un hombre delgado, calvo y con numerosas manchas en su piel. Tenía una voz temblorosa e insegura. Él no tenía aspecto enfermizo; era en sí la enfermedad, la derrota,la debilidad. Ni siquiera miraba a su hija, tan sólo conversaba con su mujer. Ella representaba la dejadez. Su pelo oscuro y sucio estaba ya invadido por las primeras canas. Tampoco se dirigía a su hija. Parecía, eso sí, intentar llegar a algún tipo de acuerdo con el fantasma. No alcancé a escuchar su conversación, pero sí me ensordeció un llanto mudo. Un llanto que perforó mis sentidos. Dos lágrimas mojaron las mejillas de la pequeña en silencio y ni el fantasma ni la dejadez lo percibieron. Al llegar a Sol, la madre le dijo a su hija: "Dale un beso a tu padre". La niña besó al fantasma, que siguió vagando

Ella en el pasillo

La empecé a olvidar en la habitación de un hotel. Recuerdo que me dio un libro y tuvimos una conversación seca y breve. Luego se perdió en la oscuridad del pasillo, que se volvía negro y más negro, como su vestido. Me gustaban sus ojos grandes y penetrantes, sus piernas largas y su sonrisa. Un día llegué a intuir su boca, pero se me olvidó pronunciar las palabras adecuadas al oído; o quizás susurrarle un silencio preciso. Siento un pellizco al recordarla, como si yo fuera alguno de los tirantes que aquella noche le arranqué. La habitación del hotel era el mar y, a ella, se la llevaron las olas por el pasillo.

Rastros de una noche o amanecer desordenado

Me gusta cuando la melodía transmite esperanza, y los acordes vienen acompañados de una naranja dulce y grande; y, aunque fuera hace frío, el sol que entra por la ventana se cuela por las sábanas venciendo al hielo del balcón. Y dentro está caliente, está ese libro que habla de la soledad, las figuras del roscón con restos aún de nata y las monedas que sobraron anoche esparcidas por la mesa. También está el eco del musical vespertino en forma de folleto, que me recuerda tu vestido y el movimiento incesante de piernas. Con el cambio de canción, me ha deslumbrado la luz, como el foco que atravesaba el escenario e iluminaba a la protagonista y te he imaginado a ti allí diciéndome que es posible, que tu cuerpo, extremadamente inflamable, también se pueda colar entre mis sábanas.

A veces

A veces te ocultas mientras paseo por la ciudad a oscuras. Desapareces entre la niebla o en el fondo de un cenicero. A veces te pierdo mientras duermo entre resacas. Sube la marea y mi orilla se cubre de agua salada. A veces te esfumas mientras vuelo en un vagón. Eres una gota fugitiva de un paisaje que no espera. A veces vence la desilusión mientras juegas a escaparte. Y quizás un jueves, cuando tú me necesites, no me encuentres en la agenda.

Las tres palabras más extrañas, de Wislawa Szymborska

Cuando pronuncio la palabra Futuro , la primera sílaba pertenece ya al pasado. Cuando pronuncio la palabra Silencio , lo destruyo. Cuando pronuncio la palabra Nada , creo algo que no cabe en ninguna no-existencia. Versión de Abel A. Murcia PS: Cuando la inspiración de uno equivale a la que pueda tener un pimiento morrón o una aceituna sin hueso, es muy grato encontrar un poema tan contundente como este.