Pienso en el cielo que habita nuestra habitación, en las sábanas revueltas como nubes desertoras de tormentas. Paredes ajenas al invierno, donde abrigan las palabras sencillas, las caricias sinceras, abrazo del sueño y de los cuerpos desnudos. Me cuesta creer que ahí afuera está el tráfico y el ruido, que hay alguien que protesta o alguna canción que llora. Esta habitación es un refugio, una cueva de susurros. ¿Puedes oír el eco de mis manos? Estoy volando sobre ti como los cisnes que buscan primavera. Pero también salimos fuera y nos ve la calle: ruido convertido en melodía. La lluvia observa perpleja nuestras risas en los charcos. Te queda muy bien ese vestido. Es naranja, como un zumo de mango. Sí, ya es de noche, pero lo veo. Veo tu vestido y el zumo de mango.
La guarida de los náufragos ©