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El llanto mudo

Entró con sus padres en el vagón y se sentó en el suelo, apoyando su espalda en la puerta del metro y arropándose con su mochila. Era muy delgada y tenía aspecto enfermizo. A su lado, un fantasma. Era su padre, un hombre delgado, calvo y con numerosas manchas en su piel. Tenía una voz temblorosa e insegura. Él no tenía aspecto enfermizo; era en sí la enfermedad, la derrota,la debilidad. Ni siquiera miraba a su hija, tan sólo conversaba con su mujer. Ella representaba la dejadez. Su pelo oscuro y sucio estaba ya invadido por las primeras canas. Tampoco se dirigía a su hija. Parecía, eso sí, intentar llegar a algún tipo de acuerdo con el fantasma.

No alcancé a escuchar su conversación, pero sí me ensordeció un llanto mudo. Un llanto que perforó mis sentidos. Dos lágrimas mojaron las mejillas de la pequeña en silencio y ni el fantasma ni la dejadez lo percibieron.

Al llegar a Sol, la madre le dijo a su hija: "Dale un beso a tu padre". La niña besó al fantasma, que siguió vagando por los vagones del metro mientras ella escapaba ya por las escaleras mecánicas presa de la dejadez.

Comentarios

Miguel Cobo ha dicho que…
Realsmo mágico, no: realismo trágico. Impresionantes tu minicrónicas. A este género "origenial" denominaría "periodismo poético". ¡Qué bueno eres! (Y aunque sea tu padre, ¿qué?)

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