Instrucciones de lectura: este texto sólo puede leerse escuchando simultáneamente la canción "Canon" de Johann Pachelbel.
La música del violín consiguió aislarme de la avalancha de gente que invadía -como hormigas hambrientas- los túneles del metro. Iban a Sol, a arder con el fuego que desprenden las Visas y las 4B. Yo, seguramente, era una hormiga más dispuesta a quemarme. El violín lo tocaba un anciano. Acariciaba el instrumento. Lo amaba. Se podía intuir en sus ojos y en cómo movía su cuello y sus brazos al tocarlo. A su lado, había una anciana. Sentada en un arriesgado taburete, ella acariciaba al anciano. Lo amaba. Lo tocaba -sin tocarlo- con una sonrisa de fidelidad muy bien afinada.
Todo esto ocurrió en apenas un minuto. Luego, volver a empezar.
La música del violín consiguió aislarme de la avalancha de gente que invadía -como hormigas hambrientas- los túneles del metro. Iban a Sol, a arder con el fuego que desprenden las Visas y las 4B. Yo, seguramente, era una hormiga más dispuesta a quemarme. El violín lo tocaba un anciano. Acariciaba el instrumento. Lo amaba. Se podía intuir en sus ojos y en cómo movía su cuello y sus brazos al tocarlo. A su lado, había una anciana. Sentada en un arriesgado taburete, ella acariciaba al anciano. Lo amaba. Lo tocaba -sin tocarlo- con una sonrisa de fidelidad muy bien afinada.
Todo esto ocurrió en apenas un minuto. Luego, volver a empezar.
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