La realidad es que ya son más de las dos de la madrugada y estoy abusando de la melancolía y puteando a mi sueño, que me ruega que cierre de una vez los ojos. Mis ojos derrotados por el insomnio. Estoy escuchando una canción tras otra de este grupo de reyes noruegos que hablan de qué es conveniente y qué no. Últimamente, se han empeñado en secuestrar mis oídos (what we build is bigger than the sum of two). La realidad es que pienso en ti, en ti y en ti. Y me rallo, como los vinilos envueltos en polvo de aquella tienda de discos; la de la calle que desemboca en el Guadalquivir. Como conductor, estoy enganchado a las curvas, pero sigo con la "L" en el cristal trasero. ¿Cómo no estrellarse entonces? Como peatón, sé que fuera hay aceras, pasos de cebra y semáforos con pequeños hombres verdes, pero yo me empeño en cruzar por el medio.
En la casa de mis abuelos se escondía el Nautilus. Recuerdo ahora, muchos años después, aquellas cintas Betamax y el viejo vídeo gracias al cual Omar Sharif aparecía en la pantalla del televisor convertido en el Capitán Nemo. Yo entonces no sabía quién era Omar Sharif, pero sí que alucinaba con las aventuras del Capitán Nemo sumergido en las profundidades del mar, al mando de aquel fantástico submarino. Sentía una mezcla de admiración, miedo y curiosidad hacia el personaje, hacia sus aventuras. Mejor dicho, eso es lo que creo hoy que sentía en aquel momento. La música inicial era hipnotizadora y ha llegado hoy con un billete de regreso a mi infancia. ¿Estaba ahí el espíritu de mi germen viajero? ¿En esa mezcla de curiosidad y cobardía? ¿En querer mirar y esconderse al mismo tiempo? La respuesta es, como la isla de Verne, misteriosa. Y me gustaría mucho conocerla, pero no me atrevo a responderla. https://www.youtube.com/watch?v=6jVEOlPVRWM
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(el jueves beberemos lo que haga falta)