Entra un aire tan agradable por la ventana, aunque se aproxima tormenta. Huele a tormenta, como esas de cuando era pequeño en el pueblo de mis abuelos. Estas noches son tramposas. Tramposas y traicioneras, porque te hacen recordar. Hace poco más de un año aterrizaba en Lyon repleto de miedos e ilusiones. Ahora estoy en Córdoba con Bob Dylan, la oscuridad de mi cuarto y la pantalla de este ordenador. De este ordenador donde escribo esta sucesión de letras que tú leerás o no. Cómo elegir una palabra que defina el momento actual. He subido a muchos trenes en este último año, he volado, he soñado. Mi trasero inquieto me pide que vuelva a volar, esta vez no tan alto. Me pide que me quede en el centro. Que me quede en Madrid. En mi primera semana por la capital, buscando piso, he comprendido porque a las bocas del metro se les llama "bocas" del metro. Se llaman así porque, si te descuidas, te engullen, te comen sin que nadie haga nada por evitar este ritual. Cada día se ven en el subterráneo tantas caras. Se intuyen tantas vidas: la del inmigrante que acaba de llegar y ni siquiera conoce el idioma, la del estudiante que ya ha empezado la universidad, la de la joven mamá que acaba de dejar a sus hijos en el colegio, la del parado que va a pelearse con el mundo un día más, la del joven empresario que va a por todas, la del obrero que, en unas horas, se comerá un bocadillo de calamares mientras "piropea" a esa muchacha tan guapa que se pinta los labios y que está sentada enfrente de mí. Mañana habrá otra colección de vidas que intuir. Yo quiero intuir la mía antes de que el metro vuelva para comerme de nuevo.
En la casa de mis abuelos se escondía el Nautilus. Recuerdo ahora, muchos años después, aquellas cintas Betamax y el viejo vídeo gracias al cual Omar Sharif aparecía en la pantalla del televisor convertido en el Capitán Nemo. Yo entonces no sabía quién era Omar Sharif, pero sí que alucinaba con las aventuras del Capitán Nemo sumergido en las profundidades del mar, al mando de aquel fantástico submarino. Sentía una mezcla de admiración, miedo y curiosidad hacia el personaje, hacia sus aventuras. Mejor dicho, eso es lo que creo hoy que sentía en aquel momento. La música inicial era hipnotizadora y ha llegado hoy con un billete de regreso a mi infancia. ¿Estaba ahí el espíritu de mi germen viajero? ¿En esa mezcla de curiosidad y cobardía? ¿En querer mirar y esconderse al mismo tiempo? La respuesta es, como la isla de Verne, misteriosa. Y me gustaría mucho conocerla, pero no me atrevo a responderla. https://www.youtube.com/watch?v=6jVEOlPVRWM
Comentarios
espero que Madrid y sus bocas de metro, y sus boca-calles -evita las bocazas de Madrid- signifiquen otras muchas cosas....
suerte, suerte, suerte
te seguiré los pasos
Yo también sigo el rastro de tus pisadas. Hasta pronto... y siempre Lyon, tojours.
pau