Ir al contenido principal

Inspiración

Hoy como todos los días he reservado
el tiempo necesario para no hacer nada
de nada (Raymond Carver).


Quiero escribir, al menos, un poema como Raymond Carver,
sentarme delante de un cuaderno a perder mi tiempo
con la vanidad precisa
y el deseo de que tú también pierdas parte del tuyo,
lo lamentes después y lances desconsolado un grito de rabia
que silencie el aullido de Alan Ginsberg.
Grita de rabia por no encontrar esos versos limpios y escogidos
rimados con maestría, pronunciados y leídos con delicadeza.
Aquí no. Esto es un bosque enmarañado de palabras elegidas
al azar por aquello que Breton vino a llamar escritura automática;
una melodía desacorde, sin ritmo
que nada tiene que ver con el acierto y la virtud del bueno de Ludovico.
¿O de verdad piensas que esto es algo que yo he reflexionado?
No creo que llegues a ser tan iluso.
No busques aquí la gran belleza, Sorrentino. No la busques.
No está. Esto es un abuso de la tinta sobre el papel.
Palabras que desvirgan al papel, que lo ensucian
y lo manchan de pretensiones inútiles, de sueños huecos.
Algunas palabras sobrevivirán (las he tachado). Son afortunadas
porque no serán parte de esto.
Palabras libres que no podrán ser imputadas, investigadas
o puestas en relación alguna con esta trama de impulsos
que se alarga irremediablemente por la idea bretoniana.
Ya está bien.
No sigas. Corta y cambia. Da paso a publicidad.
Cambia tu registro, pero no te dejes registrar
por escribir lo que piensas, por pensar lo que escribes.
¡Da paso a publicidad! Busca unos minutos para recuperarte.
Coge aliento, respira.
Recuerda el comienzo. ¿Cuál era la idea?
Al menos uno. ¡Uno!, como el pobre desgraciado de Carver.
Solo uno.
Pobre desgraciado. Cuando la vida le empezaba a ir bien,
¡el maldito cáncer! Enamorado que estaba…
Y desintoxicado. Por fin, desintoxicado.
Volvemos tras una breve pausa. Búscala ahora.
Quizás te dé tiempo. Adivina su escondite.
Cuenta cien hacia atrás y sal a su encuentro.
Y no hagas trampas. Te conozco.
No despegues la cara de la pared y aprieta bien los ojos.
…Cinco, cuatro, tres, dos, uno, ¡cero!
¡Vamos, sé rápido! El tiempo se acaba.
Vuelves al directo, a la vida real.
Y la vida sigue. Escribe algo. ¡Escríbelo ya!
Escríbelo o aúlla.
Como Ginsberg.

Comentarios

Entradas populares de este blog

El Capitán Nemo

En la casa de mis abuelos se escondía el Nautilus. Recuerdo ahora, muchos años después, aquellas cintas Betamax y el viejo vídeo gracias al cual Omar Sharif aparecía en la pantalla del televisor convertido en el Capitán Nemo. Yo entonces no sabía quién era Omar Sharif, pero sí que alucinaba con las aventuras del Capitán Nemo sumergido en las profundidades del mar, al mando de aquel fantástico submarino. Sentía una mezcla de admiración, miedo y curiosidad hacia el personaje, hacia sus aventuras. Mejor dicho, eso es lo que creo hoy que sentía en aquel momento. La música inicial era hipnotizadora y ha llegado hoy con un billete de regreso a mi infancia. ¿Estaba ahí el espíritu de mi germen viajero? ¿En esa mezcla de curiosidad y cobardía? ¿En querer mirar y esconderse al mismo tiempo? La respuesta es, como la isla de Verne, misteriosa. Y me gustaría mucho conocerla, pero no me atrevo a responderla. https://www.youtube.com/watch?v=6jVEOlPVRWM

El poeta puede

El poeta puede ver el beso medio lleno o medio vacío El poeta lima El poeta lame El poeta no tiene lema El poeta le busca todas las vueltas a Roma rema que te rema rima que te rima de ramo en ramo El poeta puede volar por los aires y estrellarse en el cielo. Acaso entonces se da cuenta: su poema ha llegado a su ocaso.

Constelación KTM

Por las noches hay perros con la mirada azul solo la luz de sus ojos desafía a la oscuridad de las calles de este valle, -ciudad de ciudades- que duerme, sueña y despierta rodeado de montañas fugaces que, como estrellas, aparecen y desaparecen según los deseos de las nubes.