Es el cuarto día de fuego en la ciudad,
el asfalto, las aceras
se han convertido en una colección de sartenes.
Los habitantes son marionetas
con complejo de huevo frito.
El viento, cuando se digna a aparecer,
es un traidor
sopla y quema por la espalda.
Hay quien que cree que algo fresco se mueve,
pero es un mero espejismo de brisas.
Aquí lo único real es un cielo que abrasa
con o sin sol.
Temporada alta para el coro de chicharras.
"Don´t light my fire",
hoy cerraría, sin dudarlo, las puertas
a Jim Morrison,
me haría amigo incondicional de frío
a sabiendas de que luego me arrepentiría
y suplicaría guantes y bufandas.
Pero la realidad está tan mojada ahora mismo,
tan secuestrada por la humedad y el calor
que lo más parecido al paraíso
es un lugar llamado sombra.
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