Ir al contenido principal

Wonderland (Década, de cada momento)

I

Pronto dormirás
en la almohada de diciembre
y cuando despiertes
serás enero, hará frío
y tendrás otro nombre,
otro final,
que en realidad es otro comienzo.
Lo de antes,
el cero que te cierra,
el doce, el treinta y uno
que te despiden,
serán una puerta que cierra
la primera década
de un siglo joven,
pero repleto ya de sensaciones.

II

Aprendí a volar a través de los cristales
en lentos trenes regionales
que se hacían llamar Express,
memoricé el trayecto de las gotas de lluvia
en una ventanilla,
afilé el lápiz del carpintero
a sangre fría
y Truman Capote y Laguillo me esperaban
siempre en Sevilla, eu un piso que rebosaba
basura y amistad a partes iguales.
Pensaba iluso en ser un buen periodista.
Aún hoy lo pienso.
Quiero decir:
sigo siendo un iluso.

III

Una profesora de Toulouse
y un amigo que se marchó a Londres
me despertaron Lyon
Erasmus me vistió con bufandas,
melena y chaquetas de pana.
Descubrí la nieve,
que el hielo resbala
y que la vieja Europa es fría
y cálida al mismo tiempo.
Me enamoré
(o al menos eso creo)
y grité que Viva México cabrones
allá por donde iba
y me creí poeta
entre dos ríos,
en aquella ciudad vieja
con sabor a vino caliente
y aroma de catedrales góticas.

IV

Madrid amaneció
pero yo andaba aún dormido,
borracho de incertidumbres
(sombras que todavía me mantienen vivo,
inquieto)
Me recreaba en el metro,
en los rostros que inundan
sus vagones,
Jugaba de vez en cuando a ser editor
(cuando en realidad pretendía escribir),
Adiviné que Siruela no es una fruta
pronunciada con el acento de mi tierra,
fue más bien un árbol frutal,
de sus ramas me colgé, de sus hojas aprendí
Comprobé que Margallo
-a pesar de ser un general-
no nos puso firmes
y que el viento no te nombró
ese invierno. Tampoco en primavera.
¿Qué eras allí?

V

Sin respuestas, sin tiempo
aterricé en otro espacio
un lugar con nombre de arena francesa,
pero con acento en la e.
Sablé me enseñó a estar solo,
a leer frente a lavadoras
novelas de García Márquez
y a devorar películas
en Versión Original Subtitulada
(igual que la vida,
salvo que esta no tiene subtítulos).
Me disfracé de soñador
gracias a Bertolucci,
la música psicodélica me engañó
y vinieron muchos trenes
con sabor a Porto y acento argentino,
cacahuetes y poca plata.
Deslumbrado aún por la flor de Estambul,
me marché "docentemente".
¿Qué viento sopla sin aire?

VI

Latidos, latidos, latidos.
Aquí, Europa.
Aquí, yo.
En el corazón del viejo continente.
Fumando en pipa dorada,
me creí Tintin o quizás Magritte.
En el país de los pitufos,
el cielo fue azul
(incluso cuando llovía).
Una pequeña redacción,
los pasillos de la política europea
fueron testigos de besos
que nunca se dieron.
Y luego fuiste
cuando yo ya no era Aquí,
cuando yo latía en otra latitud.

VII

CAPée el temporal
en la ciudad que me vio nacer,
que me sigue viendo qué
-me pregunto a menudo-
y volví a Madrid,
pongamos que hablo despierto
de ella esta vez.
Trabajé en exteriores
encerrado en una pecera
¿Loco? Puede ser.
Te escribí mucho y más,
te besé antes de besarte,
te desnudé antes de quitarte la ropa
y fuiste ahora todo el tiempo
Ganamos el Mundial.

VIII

Vietnam.
Tú eres aún puntos suspensivos,
una colección de etcéteras
y, a la vez,
un recuerdo de lo bello
que es contar estrellas en un barco
en medio del mar,
disfrazarse de Ulises y Martina
y pintar futuros con ceras
de colores.

IX

¿Dónde dormirás en primavera?
Incierto todo,
nada cierto
siempre y nunca
giratorio,
nos ahogaremos, pero saldremos a flote
(os lo prometo)
somos instantes
destinados a crear nuevos instantes.

X

Es imposible resumir
una década en poemas.
Ni siquiera escribiendo
de cada instante
un verso.
Sigo siendo un iluso,
pero bueno ¿y qué?
Me gusta vivir en Wonderland.

Comentarios

El Caminante ha dicho que…
Qué grande eres Alfonso!
Unknown ha dicho que…
¡Gracias amigo Caminante! Pero soy tamaño natural, simplemente. Un abrazo fuerte
Crisálida ha dicho que…
como tú dices no es posible, pero lo has intentado muy bien

Entradas populares de este blog

Muñoz Molina y mi colección de muñecos de goma

El otro día le dieron el Premio Príncipe de Asturias de las Letras a Antonio Muñoz Molina. Hoy descubierto su autorretrato , que es emocionante, sencillo y hermoso. Muñoz Molina es de Úbeda, un andaluz de Jaén. Al leerlo, me ha parecido escuchar de nuevo historias de mi padre, vivencias de mi abuelo Alfonso y de otros miembros de mi familia, que son de allí o de otros pueblos de Jaén. Vivencias que son mías también. Mi relación literaria con Muñoz Molina empieza un invierno en Lisboa. Me abrigué mucho con sus páginas. Luego me he puesto su ropa otras veces. Sea invierno o sea verano, en columnas o en novelas. Mi padre siempre me ha hablado de él con admiración y con cariño. Recuerdo una vez, cuando chico, que nos lo encontramos en Úbeda en los soportales donde vendían los muñecos de goma que tanto me gustaba coleccionar. Eso me ha traído otros recuerdos. En mi trastero de Córdoba, ciudad donde nací y me crié, viven ahora todos los muñecos de mi infancia: Astérix, Espinete, S...

El poeta puede

El poeta puede ver el beso medio lleno o medio vacío El poeta lima El poeta lame El poeta no tiene lema El poeta le busca todas las vueltas a Roma rema que te rema rima que te rima de ramo en ramo El poeta puede volar por los aires y estrellarse en el cielo. Acaso entonces se da cuenta: su poema ha llegado a su ocaso.

Una historia-estufa (invierno en Madrid)

Me apetece contarte una historia que te abrigue este invierno. Una historia-estufa que te arrope en una oscura tarde de diciembre en Tribunal o en un frío amanecer de enero en Noviciado. Quiero escribirte una historia con mis guantes y bufandas cobijándote del frío mientras esperas el autobús de vuelta a casa en Atocha. Podría quizás susurrarte una historia de osos, que hibernan en cuevas secretas, ajenas a los túneles del metro de Bambú. Me apetece soplarte (vapor, vapor) si tus dedos se congelan esperando al semáforo en verde en Gran Vía. Me apetece contártelas, pero no sé por dónde empezar. Mientras lo pienso, escucho al termómetro estornudar por la llegada de los números pequeños en la próxima estación.