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Nueve meses (o autobiografía incompleta de 27 otoños)

Supongo que sería septiembre
cuando entré a vivir allí.
Era una habitación cálida
y acogedora.
Aunque silenciosa,
a veces tenía la sensación
de que se movía y,
aunque esto no lo recuerdo bien,
creo que fue el primer lugar
donde sentí una caricia.
No tenía ventanas,
y había poca luz.
Esta primera oscuridad
se vio compensada con una
alimentación rica y abundante
que llegaba puntualmente
en diferentes momentos del día
o de la noche
cuando yo aún no sabía qué era el día
ni qué era la noche.
No había facturas ni contratos,
no había preocupaciones.
¿Qué más podía pedir?
me preguntaba ahí dentro
cuando desconocía aún el poder de las palabras,
el significado de una letra
sumada a otra,
cuando aún no intuía todo lo que fuera había:
lo bueno y lo malo,
lo ingenuo, lo perverso, lo bello,
mi verdad, tu mentira,
tus sonrisas, los colores,
el sol, tu lluvia, nuestros besos,
mis trenes, los aviones,
mi amor, tu desamor,
las canciones, las páginas de un libro,
nuestras promesas,
mi nostalgia y tu melancolía,
el olvido y tu recuerdo,
nuestras montañas rusas
subidas y bajadas,
los viajes que no haremos,
los sueños, tus lágrimas,
mis voces, tu eco,
tu alegría, mi alergia,
la paz y tu guerra,
el mar, tus vientos, las sábanas,
los puntos suspensivos
...

Comentarios

ro ha dicho que…
ves, este final, que también es el principio, me encanta!
oye, mil gracias por cuidar de mi hemana.
beso gordo!
Unknown ha dicho que…
C´est toujours un plaisir, ma chérie Ro. Y me alegro que te guste este poema con final abierto...

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