Veo en un pequeño recuadro
que ahora eres amiga de
Brian y Marcella
y que a las nueve de este otoño
irás a beber melancolía
de once grados con Luis.
Descubro que te gusta
pisar los charcos
cuando llueve
y que detestas los inviernos
en abril.
Aunque ya no hablo contigo,
conozco tu ciudad actual
y recuerdo cuál fue tu origen,
que cumples años en diciembre
y te gusta prender fuego
al calendario si te arrastra
la nostalgia en primavera.
Últimamente has viajado a Lisboa,
intuyo que te mecen los tranvías
y te seducen los viejos cafés
color sepia.
Lo sé por tu fotografía
en aquella calle de Bruselas,
donde Magritte fumaba en pipa dorada.
Sueles cambiar de cara a menudo,
me divierten tus gafas de sol
en noviembre
y disfruto con tu colección de sonrisas
o el último vestido azul
que guardas en tu perfil.
Vuelves a estar soltera,
aunque te acompañan ciento veinte
comentarios por debajo
dándote ánimos
y diciendo que él era un idiota.
Aún tiritas cuando alguien te habla
del pasado.
Por eso has borrado mi felicitación
de cumpleaños
y has dejado en blanco y negro
las fotos de aquel día de sol en París.
Sigues admirando a los Beatles,
una colección de enlaces recuerdan
las melodías de Norwegian Wood,
y de los campos repletos de fresas
alrededor del universo.
Pero, ¿en qué estoy pensando?,
me digo mientras actualizo
mi estado,
pero, ¿qué estado?
Sólido, líquido, gaseoso...
mi preferida de Dylan,
las imágenes de mi último viaje
-ya sin ti-
o una cita sin espacio ni tiempo,
convertida en verso aislado.
Vuelvo a caer en tu red,
y ni tú sabes pescar
ni sé yo ser pez.
que ahora eres amiga de
Brian y Marcella
y que a las nueve de este otoño
irás a beber melancolía
de once grados con Luis.
Descubro que te gusta
pisar los charcos
cuando llueve
y que detestas los inviernos
en abril.
Aunque ya no hablo contigo,
conozco tu ciudad actual
y recuerdo cuál fue tu origen,
que cumples años en diciembre
y te gusta prender fuego
al calendario si te arrastra
la nostalgia en primavera.
Últimamente has viajado a Lisboa,
intuyo que te mecen los tranvías
y te seducen los viejos cafés
color sepia.
Lo sé por tu fotografía
en aquella calle de Bruselas,
donde Magritte fumaba en pipa dorada.
Sueles cambiar de cara a menudo,
me divierten tus gafas de sol
en noviembre
y disfruto con tu colección de sonrisas
o el último vestido azul
que guardas en tu perfil.
Vuelves a estar soltera,
aunque te acompañan ciento veinte
comentarios por debajo
dándote ánimos
y diciendo que él era un idiota.
Aún tiritas cuando alguien te habla
del pasado.
Por eso has borrado mi felicitación
de cumpleaños
y has dejado en blanco y negro
las fotos de aquel día de sol en París.
Sigues admirando a los Beatles,
una colección de enlaces recuerdan
las melodías de Norwegian Wood,
y de los campos repletos de fresas
alrededor del universo.
Pero, ¿en qué estoy pensando?,
me digo mientras actualizo
mi estado,
pero, ¿qué estado?
Sólido, líquido, gaseoso...
mi preferida de Dylan,
las imágenes de mi último viaje
-ya sin ti-
o una cita sin espacio ni tiempo,
convertida en verso aislado.
Vuelvo a caer en tu red,
y ni tú sabes pescar
ni sé yo ser pez.
Comentarios
Hay dolor, pero un dolor fértil, con una siembra de belleza que te dará la fuerza. Y éste es ya el primer triunfo.
Contemporáneo, íntimo y el final, magnífico
Un saludo
A los que comentáis de vez en cuando, gracias por estar ahí. Y a los recién llegados, bienvenidos a este mar, que es vuestra orilla.
Un abrazo,
Alberto Granados
( lo sabe Miguel Cobo Rosa (!!) y, guiada de su mano, ahora lo sabes tú, Alfon)
Un auéntico descubrimiento, poeta.
De tal palo, tal astilla, ¿Sí?
Mi abrazo enorme