Ir al contenido principal

Ocurrió en Octubre



El viajero llegó al pequeño pueblo cargado con un pesado equipaje. Tenía en su maleta ropa de abrigo para una larga temporada. También llevaba un botiquín de primeros auxilios que contenía un puñado de canciones, dos periódicos, un libro de poemas y unas cuantas novelas. En su cabeza, llevaba un nido repleto de pájaros revoloteando a su alrededor. Aún hoy siguen allí.

Poco tiempo tardó el viajero en darse cuenta de que era el único extranjero de habla hispana en la zona. Bastó un paseo por el pueblo. La gente lo miraba con gesto extraño. Los más atrevidos saludaban; los menos, simplemente le interrogaban sin abrir la boca. El viajero descubrió pequeñas casas con tejados como los de castillos medievales, bicicletas de veranos azules y esculturas de enamorados. Desde la iglesia, de estilo gótico, observó el extranjero como los cisnes retaban a la corriente del río Sarthe. Mientras, un banco vacío se asomaba al mirador del imponente castillo (convertido hoy en biblioteca). Se hizo de noche y regresó a su nueva casa por el parque. El ruido de hojas pisadas al caminar delataba al otoño.

Amaneció con niebla (como casi siempre), aunque no hacía frío. El extranjero entró por el pasillo. Curiosas miradas de unos y de otros hasta que llegó a la clase. Sintió el paso del tiempo porque ahora era él el que estaba al otro lado. Dio los buenos días y se presentó. Al poco tiempo, ya se había manchado el pantalón de tiza, mientras borraba algo en la pizarra. El curso había comenzado. Ocurrió en octubre.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Cuantas guerras se habían curado poniendo el parche antes que la herida si las trincheras se hubiesen construido rodeando los bastiones de esos maletines de primeros auxilios. Dice Sabina que sea el diccionario quien detenga las balas, y yo creo, que como bálsamo, mejor sea la sombra y los escritos de Julian Carax su viento.

Y que no se desborde el Sarthe por un poco más de tiza, que a una y otra orilla la decante y que desde los tejados mediavales se lean por toda la ribera cuanto por escribir te quede desde tierras francesas. Un fortísimo abrazo compañero de postales.
Beluka ha dicho que…
Qué bonito. Y el extranjero luego es uno más, el boulanger lo saluda desde la parte trasera de su camioneta de reparto, la belle Marie le envía un beso cuando va a la plaza a por alcachofas y les enfants courent à lui pour savoir plus d'où il est venu.
Biz, m'sieur le prof

Entradas populares de este blog

Muñoz Molina y mi colección de muñecos de goma

El otro día le dieron el Premio Príncipe de Asturias de las Letras a Antonio Muñoz Molina. Hoy descubierto su autorretrato , que es emocionante, sencillo y hermoso. Muñoz Molina es de Úbeda, un andaluz de Jaén. Al leerlo, me ha parecido escuchar de nuevo historias de mi padre, vivencias de mi abuelo Alfonso y de otros miembros de mi familia, que son de allí o de otros pueblos de Jaén. Vivencias que son mías también. Mi relación literaria con Muñoz Molina empieza un invierno en Lisboa. Me abrigué mucho con sus páginas. Luego me he puesto su ropa otras veces. Sea invierno o sea verano, en columnas o en novelas. Mi padre siempre me ha hablado de él con admiración y con cariño. Recuerdo una vez, cuando chico, que nos lo encontramos en Úbeda en los soportales donde vendían los muñecos de goma que tanto me gustaba coleccionar. Eso me ha traído otros recuerdos. En mi trastero de Córdoba, ciudad donde nací y me crié, viven ahora todos los muñecos de mi infancia: Astérix, Espinete, S...

El poeta puede

El poeta puede ver el beso medio lleno o medio vacío El poeta lima El poeta lame El poeta no tiene lema El poeta le busca todas las vueltas a Roma rema que te rema rima que te rima de ramo en ramo El poeta puede volar por los aires y estrellarse en el cielo. Acaso entonces se da cuenta: su poema ha llegado a su ocaso.

Una historia-estufa (invierno en Madrid)

Me apetece contarte una historia que te abrigue este invierno. Una historia-estufa que te arrope en una oscura tarde de diciembre en Tribunal o en un frío amanecer de enero en Noviciado. Quiero escribirte una historia con mis guantes y bufandas cobijándote del frío mientras esperas el autobús de vuelta a casa en Atocha. Podría quizás susurrarte una historia de osos, que hibernan en cuevas secretas, ajenas a los túneles del metro de Bambú. Me apetece soplarte (vapor, vapor) si tus dedos se congelan esperando al semáforo en verde en Gran Vía. Me apetece contártelas, pero no sé por dónde empezar. Mientras lo pienso, escucho al termómetro estornudar por la llegada de los números pequeños en la próxima estación.