...unas cuantas sesiones de cine me han hecho echar la vista atrás. Estoy seguro, que algún día, cuando deje Lyon, sentiré algo parecido a lo que escribí un día de verano cuando me marchaba de Sevilla. Sé que siempre voy a ser capaz de abrir puertas con la ayuda de la imaginación y que, siempre que pueda, lo traduciré en palabras...
Hoy me tocó aterrizar en Sevilla solo. Se trató de una visita fugaz, efímera, sin tiempo para ver a nadie, pero no por ello sin tiempo para acordarme de muchas cosas, para fijarme en muchos lugares comunes y no comunes, compartidos o sin compartir. Sí, hoy estampé mi firma en un puñado de folios que aseguran oficialmente que Alfonso Carlos Cobo Espejo viajará con destino Lyon el próximo martes 6 de Septiembre. No me lo creo, pero cada vez esta más cerca esta aventura y es más real. Tengo miedo, la verdad. Para que voy a engañaros. Pero del miedo se aprende y del miedo uno se desprende. De paseo hacia el rectorado, mi memoria se acordó de mil recuerdos, de mil situaciones dadas en cada acera que pisaba, en cada calle que cruzaba. En fin, recuerdos y más recuerdos. Postales y fotografías mentales sin parar. Tras el papeleo Erasmus, como me sobraba algo de tiempo, me dí una vuelta por el centro y pensé que Sevilla es la ciudad ideal para vivir. Bueno, mentira. Pensé que era MI CIUDAD. La catedral, la Giralda, el giraldillo (está genial, por cierto), ese guitarrista que abre las puertas del Patio de Banderas, el murmullo de la gente, los gritos de los hombres de los coches de caballos engañando al guiri más incauto. Las gitanas, que maldicen igual que alaban dependiendo de si tu mano se abre o se cierra a la hora de aceptar un ramito de tomillo. El Ayuntamiento, todos nuestros nombre grabados por Bolche. Plaza Nueva, la calle Tetuán, la Plaza de la Encarnación, la de San Pedro, Gonzalo Bilbao (la están pintando y está quedando como nueva) y encauzamos el lugar, la segunda catedral de Sevilla para todos nosotros. Sí, Laguillo. Cada vez que visito Sevilla desde que abandoné el piso, parece que éste me hace un guiño para que entre y abra la puerta del bajo 5, pues siempre que paso la puerta de la entrada está abierta de par en par. Qué curiosa casualidad. Algún día entraré por sorpresa y abriré la puerta con la imaginación. (11 de Agosto 2005)
Hoy me tocó aterrizar en Sevilla solo. Se trató de una visita fugaz, efímera, sin tiempo para ver a nadie, pero no por ello sin tiempo para acordarme de muchas cosas, para fijarme en muchos lugares comunes y no comunes, compartidos o sin compartir. Sí, hoy estampé mi firma en un puñado de folios que aseguran oficialmente que Alfonso Carlos Cobo Espejo viajará con destino Lyon el próximo martes 6 de Septiembre. No me lo creo, pero cada vez esta más cerca esta aventura y es más real. Tengo miedo, la verdad. Para que voy a engañaros. Pero del miedo se aprende y del miedo uno se desprende. De paseo hacia el rectorado, mi memoria se acordó de mil recuerdos, de mil situaciones dadas en cada acera que pisaba, en cada calle que cruzaba. En fin, recuerdos y más recuerdos. Postales y fotografías mentales sin parar. Tras el papeleo Erasmus, como me sobraba algo de tiempo, me dí una vuelta por el centro y pensé que Sevilla es la ciudad ideal para vivir. Bueno, mentira. Pensé que era MI CIUDAD. La catedral, la Giralda, el giraldillo (está genial, por cierto), ese guitarrista que abre las puertas del Patio de Banderas, el murmullo de la gente, los gritos de los hombres de los coches de caballos engañando al guiri más incauto. Las gitanas, que maldicen igual que alaban dependiendo de si tu mano se abre o se cierra a la hora de aceptar un ramito de tomillo. El Ayuntamiento, todos nuestros nombre grabados por Bolche. Plaza Nueva, la calle Tetuán, la Plaza de la Encarnación, la de San Pedro, Gonzalo Bilbao (la están pintando y está quedando como nueva) y encauzamos el lugar, la segunda catedral de Sevilla para todos nosotros. Sí, Laguillo. Cada vez que visito Sevilla desde que abandoné el piso, parece que éste me hace un guiño para que entre y abra la puerta del bajo 5, pues siempre que paso la puerta de la entrada está abierta de par en par. Qué curiosa casualidad. Algún día entraré por sorpresa y abriré la puerta con la imaginación. (11 de Agosto 2005)
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