Sudores, se pegan las sábanas en una habitación desordenada. En la habitación hay también una persona desordenada. Ideas desordenadas. Palabras desordenadas. Música de fondo, que no amansa a la fiera. Por la ventana entra poco aire. Falta oxígeno. La regadera está seca. Susurros inventados. Se cuela una tímida luz por la ventana. Silueta de naranjos que ya no huelen. Se esfuma la primavera. Se esfuma el estar a tu vera. Seguro que aquí se derrite un esquimal, seguro que aquí se derriten los sueños de labios carnosos. Sólo ropa interior. Calor, sudor, calor, sudor, calor, sudor. Y, a veces, frío. Frío, pero sudo sobre una almohada que ya no aconseja.
El otro día le dieron el Premio Príncipe de Asturias de las Letras a Antonio Muñoz Molina. Hoy descubierto su autorretrato , que es emocionante, sencillo y hermoso. Muñoz Molina es de Úbeda, un andaluz de Jaén. Al leerlo, me ha parecido escuchar de nuevo historias de mi padre, vivencias de mi abuelo Alfonso y de otros miembros de mi familia, que son de allí o de otros pueblos de Jaén. Vivencias que son mías también. Mi relación literaria con Muñoz Molina empieza un invierno en Lisboa. Me abrigué mucho con sus páginas. Luego me he puesto su ropa otras veces. Sea invierno o sea verano, en columnas o en novelas. Mi padre siempre me ha hablado de él con admiración y con cariño. Recuerdo una vez, cuando chico, que nos lo encontramos en Úbeda en los soportales donde vendían los muñecos de goma que tanto me gustaba coleccionar. Eso me ha traído otros recuerdos. En mi trastero de Córdoba, ciudad donde nací y me crié, viven ahora todos los muñecos de mi infancia: Astérix, Espinete, S...
Comentarios
realidades que se alteran y nuevos mundos que vivir están aún por llegar.
creo que andaremos mucho juntos