Frente a la panadería
las mujeres venden aguacate
al hombre blanco de barba y pelo largo
que soy yo
Piensan las mujeres
que me parezco a Jesucristo,
me lo dicen entre risas
mientras colocan en una bolsa pequeña,
transparente, azul y blanca
los tres aguacates que voy a comprar
para abrirlos después y untarlos
en varios de bollos de pan
que serán míos en breve
por ciento cincuenta kwanzas
Me digo a mí mismo que no soy ningún dios,
que este lugar no entiende de milagros,
que aquí la multiplicación de pan por pan
casi siempre es cero
y que la moneda con nombre de río
de un país que llora oro negro
no sabe convertirse en pez.
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