Hay volcanes en erupción
en cualquier esquina
y uno piensa en escribir
múltiples versos
que, finalmente, se derraman
de los vasos circulatorios.
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Tengo los poemas mal afeitados,
la pluma es una cuchilla oxidada.
y mi cabeza,
un océano de trasquilones
que un día quisieron ser
estrofas para un buen poema.
Tal vez ni siquiera uno bueno.
Tan solo un poema.
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Es la locura del mendigo
la que me trae un poco de cordura.
Él es el verdadero hombre del saco.
Su voz agrietada,
hecha de frío y vino,
da miedo.
Sí, niños y niñas: ¡Miedo!
Miedo porque tose la realidad,
y ésta, quema más que la lava.
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