Era una tarde como esta. Por lo tanto, puedo decir que era invierno. Supongo que fuera hacía frío. Quizás dentro también. Y me inventé este abrigo. Un abrigo que sirve, curiosamente, para desnudarme. Empecé a ponerte palabras por encima mientras te quitaba la ropa con esas mismas letras cambiadas de orden y lugar.
Sí, era una tarde como esta. Estoy seguro. Era también febrero y, aunque era Sevilla, puedo jurarte que hacía frío. Recuerdo que una naranja y el teatro me ayudaron a romper el hielo. Eso y los primeros versos completamente viernes y de habitaciones separadas. Las columnas en domingo, el Son de Mar.
"Martina, Martina, he cruzado todos los océanos de este mundo para saber que no puedo vivir sin ti" (Fragmento de "Son de Mar", Manuel Vicent)
Y entonces escribí (un 15 de febrero de 2005) que daría la vuelta al mundo para buscar, como Ulises Adsuara, el mejor atún para Martina.
No era todavía periodista. ¿Lo soy hoy? ¿Quién soy hoy? Dame una respuesta, le dije al eco. Y siempre la misma pregunta de nuevo.
El caso es que, tras Sevilla, vinieron Lyon, Madrid, Sablé, Bruselas, Córdoba, Madrid otra vez, Hanoi. Y ahora, siete años después, aquí sigo dando la vuelta al mundo. En busca del mejor atún para Martina.
O visto de otra forma, perdiendo el tiempo en "Escribir poemas", como tan tan bien describe Adam Zagajewski, un poeta polaco que descubrí recientemente y con el que celebro los 7 años de "El primer atún de Ulises".
En estos tiempos de golpes bajos y malos tiempos para la lírica, abriguémonos y desnudémonos con la poesía, acariciémonos -al menos- con palabras.
Gracias a los que me habéis leído alguna vez, aunque sea por azar o por equivocación. Gracias a los que navegáis conmigo siempre. Os dejo, como dije antes, este poema polaco de regalo.
Escribir poemas
Escribir poemas es un duelo
en el que no hay vencedor: por una parte
se eleva la sombra, sólida como una cordillera
vista por una mariposa, por otra parte
centellean sólo breves momentos de claridad,
de imágenes y pensamientos, como el destello de una cerilla
esa noche, cuando en el dolor nace el invierno.
Es una guerra en las trincheras, un telegrama cifrado,
una larga velación, paciencia,
un barco que se hunde y envía una señal
y deja de hundirse, es un grito triunfal,
la fidelidad ante los antiguos y silenciosos maestros,
una contemplación tranquila del mundo cruel,
una explosión de felicidad, el éxtasis, la insaciabilidad,
la aflicción de que todo desaparece, la esperanza de que nada muera,
una conversación en la que faltó la última palabra,
un largo descanso en una escuela que ya no tiene
estudiantes, es vencer una debilidad
y el inicio de otra, la eterna espera
para el siguiente poema, una plegaria, estar
de luto por la madre, un breve armisticio,
una queja y un susurro en un confesionario quemado,
la protesta y el magnánimo perdón,
dar todos los bienes, el arrepentimiento, la concordia,
correr y pasear, la ironía, una mirada fría,
una profesión de fe, una dicción, tener prisa,
el llanto de un niño que ha perdido su tesoro más preciado.
Autor: Adam Zagajewski
Traducción: Xavier Farré Vidal
Comentarios
Abrazo de lector apasionado y de padre emocionado.
¡Un abrazo grande nene!
Sergio.