
Se subió en Ancenis. Tenía esa cara infantil que tienen algunas chicas francesas. El cabello largo, frondoso; los ojos grandes, bien abiertos (hasta que decidió dormirse); sus labios eran gruesos, carnosos. Pedían a gritos ser besados. Sin duda, mi "Eva Green" iba en aquel vagón. Terminó de seducirme al abrir su boca para contestar una llamada telefónica. Sus paletas estaban levemente separadas. Era eso lo que la hacía aún más atractiva, su pequeña imperfección. Creo que nos cruzamos alguna mirada esquiva. Sí, de esas que se producen entre dos desconocidos. La perdí de vista cuando una nube de gente se levantó para recoger su equipaje. Habíamos llegado a Nantes
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