Es el primer domingo de febrero. Este mes se va más deprisa que los otros. Es un día lluvioso. Quizás todavía estés durmiendo tras una noche larga en lugares oscuros. Esos lugares donde se habla sólo con miradas y gestos. Probablemente a tu lado haya una persona envuelta en tus sábanas rojas. Tienes miedo a despertarte porque no sabes si te sorprenderás al ver su cara. Está sonando un piano de fondo. La habitación es un jazz desordenado. Tu ropa, su ropa, su reloj, su pulsera. Todo es una melodía extraña. La habitación está impregnada de tabaco y sexo y aún retumba en tu cabeza el último ron con cola. ¿O no fue el último? Cada vez llueve más fuerte. Tú intentas convencer a tus párpados de que todavía no es el momento de levantarse. El ruido del agua y del piano no te ayudan en este peculiar duelo. La otra persona respira muy fuerte. Está profundamente dormida.
El poeta puede ver el beso medio lleno o medio vacío El poeta lima El poeta lame El poeta no tiene lema El poeta le busca todas las vueltas a Roma rema que te rema rima que te rima de ramo en ramo El poeta puede volar por los aires y estrellarse en el cielo. Acaso entonces se da cuenta: su poema ha llegado a su ocaso.
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